Trojena: la estación de esquí en el desierto
Trojena se presenta como un destino sostenible, pero sus contradicciones lo convierten en un claro ejemplo de greenwashing y despilfarro de recursos.
Violación del NO HACER
La propuesta de crear un ecosistema artificial en un entorno desértico desafía los límites ambientales básicos. La producción masiva de nieve artificial requiere enormes cantidades de energía y agua, mientras que la desalación del agua marina genera salmuera altamente contaminante que amenaza el ecosistema del Mar Rojo. En lugar de contener el impacto, se multiplica: una solución de suma que genera nuevos problemas.
Financiación del Exceso
Trojena forma parte del megaproyecto NEOM, con una inversión estimada de 500.000 millones de dólares. Este gasto desproporcionado en un entorno de esquí artificial perpetúa modelos económicos basados en el lujo y el consumo, ignorando la posibilidad de invertir en soluciones resilientes para comunidades ya existentes. Es un símbolo del antirrigor: una utopía construida sin considerar los límites biofísicos del planeta.
Antítesis del REHACER y DESHACER
Lejos de restaurar o rehabilitar, Trojena impone desequilibrios nuevos. La construcción de infraestructuras masivas —túneles, presas, cúpulas, lagos artificiales— altera la hidrología y el paisaje de una región frágil. Además, el paisajismo con especies importadas plantea riesgos ecológicos por la posible introducción de flora invasora.
En definitiva, desde la perspectiva de n'UNDO, Trojena representa todo lo que no se debe hacer: una intervención de lujo y exceso que usa el conocimiento técnico para imponer una visión artificial y degradante del territorio, en lugar de emplearlo para restaurar, rehabilitar o gestionar con ética y suficiencia lo que ya existe.